Edelweiss, la estrella que se convirtió en flor

Esta pequeña “flor de lana” tan especial para montañeros y escaladores hoy en día, ha logrado remover la fantasía de los montañeses durante generaciones.

Cuenta una leyenda que una noche, una estrella, la más bella del firmamento, le confesó a la diosa Luna que sentía envidia de toda esa explosión de colores que se mostraba en las montañas y que desearía abandonar el cielo para descender a la Tierra en forma de flor. La Luna, seria y fría la miró fijamente y sin mostrar sentimiento alguno, dijo «Asi sea, como flor brotarás».

Poco a poco, esa noche la estrella se apagó, dejando su lugar oscuro y frío. Y llegada la mañana sintió una nueva vida, un calor renovado que la hizo sentir feliz y más viva que nuca, una maravillosa flor en forma de estrella, blanca y pura, hermosa y diferente a todas, con los pétalos sedosos como el algodón, nació entre las montañas… La estrella ya era flor.

Pero he ahí la venganza de la diosa Luna, pues concediendo el deseo a la estrella de ser flor, la castigó para siempre con habitar sola en las más altas y alejadas cumbres, haciendo que aquellos que deseasen verla, tuvieran que esforzarse por llegar hasta ella, obligados a subir a lugares recónditos y peligrosos. Por supuesto, para deleite de todos los montañeros que recorren las bellas cumbres del Pirineo y otras más altas a lo largo de todo el planeta.

El edelweiss, o Leontopodium alpinum por su nombre científico, técnicamente no es una flor sino más de 50 a 500 flósculos diminutos agrupados en 2 a 12 cabezuelas amarillas (capítulos) rodeados de 5 a 15 hojas blancas aterciopeladas dispuestas en forma de estrella.

Los científicos creen que la flor migró desde Asia a Europa durante la Era de Hielo. Hoy se la puede encontrar en muchos países alpinos y en el Pirineo, a cotas elevadas (de 2000 a 3000 metros de altitud). Florece de julio a septiembre en rocas expuestas, pero también se la puede encontrar en los bordes de las praderas.

A pesar de su delicado aspecto, cada uno de los órganos de la flor está diseñado para soportar climas extremos, desde los tallos subterráneos resistentes a los vientos, hasta las hojas que evitan la evapotranspiración y la microestructura de las brácteas pilosas que la protegen contra los rayos UV. Eso la hace particularmente atractiva para su uso en cosméticos antienvejecimiento y pantallas solares.

Si todavía no has tenido la suerte de verla en su medio natural, te invitamos a recorrer alguna de las rutas más bellas del Pirineo para ir en su busca.

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