Pic de la Gelà desde el Valle de Badet: una ascensión entre prados, pastores y tradiciones del Pirineo francés

La ascensión al Pic de la Gelà desde el Valle de Badet no es solo una ruta de alta montaña en el Pirineo francés. Es, sobre todo, un viaje al corazón de una cultura que ha sabido convivir con la montaña durante siglos. Aquí, entre praderas onduladas, cabañas de piedra y el sonido lejano de los cencerros, el tiempo parece haberse detenido.
En Pyrene365 creemos que subir una cima no consiste únicamente en alcanzar un punto elevado, sino en conectar con el territorio y las personas que lo habitan. Y pocos lugares ofrecen una conexión tan auténtica como este rincón del valle de Badet, bajo la mirada serena de la Gelà.
El Valle de Badet: un refugio de vida pastoril
Situado al sur de Aragnouet, en el corazón del Pirineo central francés, el Valle de Badet se abre como una sucesión de pastos y laderas donde el paisaje y la vida humana han tejido una simbiosis única.
Desde hace generaciones, las familias del valle han practicado la trashumancia, subiendo sus rebaños a los puertos de altura durante el verano. Las bordas —esas pequeñas cabañas de piedra con tejado de pizarra— salpican el paisaje como testigos de otro tiempo. Cada una cuenta una historia: la del esfuerzo silencioso de quienes viven en equilibrio con la montaña y sus recursos.
Las bordas de piedra, testigos del tiempo
Pasear por el fondo del valle es recorrer un museo al aire libre. Los muros de piedra seca, los prados cercados y los abrevaderos nos hablan de un modo de vida donde nada se desperdiciaba. La arquitectura rural del valle no busca la estética, sino la funcionalidad y la armonía con el entorno.
El ritmo de las estaciones en Badet
En primavera, los prados se cubren de flores alpinas y el valle se llena de vida. En verano, los rebaños suben hacia los puertos, y el aire se llena de zumbidos, cencerros y el olor de la hierba recién cortada. En otoño, los colores dorados tiñen las laderas antes de que el invierno lo silencie todo bajo la nieve.


La ascensión al Pic de la Gelà: entre marmotas y memoria
Son muchas las rutas que nos llevan hasta el Pic de la Gelà (3026 m). En este caso partimos del fondo del valle, siguiendo uno de los senderos, que serpenteando entre pastos y torrentes nos llevó hasta la Horquette de Chermentas (la bajada la haremos en una circular por la Horquette de Héas). Las vistas desde allí ya son espectaculares. Estamos a caballo entre el Pirineo francés y el español. Pero seguimos ascendiendo. Las marmotas corretean entre las rocas avisando de nuestro paso. La cima del Gelà aparece al fondo, elegante y austera. Desde su cumbre, el panorama abarca el Massif du Néouvielle, el Monte Perdido y el Campbieil, formando una de las vistas más amplias y solitarias del Pirineo central.
Pero más allá de su valor panorámico, esta ascensión guarda una carga simbólica: el camino que hoy recorremos fue durante siglos una senda pastoril. Los antiguos ganaderos cruzaban estos puertos con sus rebaños, y aún hoy los topónimos —Cabane de Badet, Port de Campbieil, Soum des Salettes— conservan el eco de ese pasado.
Mientras avanzamos por las praderas de altura, es fácil imaginar el eco de los pastores que antaño conducían sus rebaños hacia los puertos de verano. El paisaje se convierte en un archivo vivo del Pirineo.
Un modo de vida que resiste
Aunque la modernidad ha transformado los valles pirenaicos, la vida tradicional en estas montañas sigue resistiendo gracias a unas pocas familias que mantienen viva la ganadería extensiva. Algunos elaboran queso artesanal; otros abren sus bordas al viajero curioso.
El visitante puede descubrir ese patrimonio inmaterial si se detiene a escuchar, a observar, a comprender. Subir al Pic de la Gelà no es solo un reto físico: es un acto de respeto hacia una cultura que ha sabido conservar su identidad frente al paso del tiempo.
En Pyrene365 promovemos un turismo responsable y sostenible, que valore tanto la montaña como la vida que late en ella. Caminar por Badet es recordar que el Pirineo no se conquista: se comparte.
Un final entre montañas y memoria
Subir al Pic de la Gelà es tocar el cielo del Pirineo, pero también el corazón de una cultura que sigue viva entre montañas. En el Valle de Badet, el tiempo camina al paso del ganado y el sonido de los cencerros marca el pulso de la vida.
Quien asciende esta montaña no solo conquista una cumbre: recupera un vínculo ancestral con la naturaleza y con la historia de quienes la habitan.


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